quarta-feira, 30 de setembro de 2015

Queen + Adam Lambert - Santiago (Chile) 30/09/2015


Marcelo Contreras, La Tercera

Digámoslo desde ya: proverbial que los miembros activos de Queen hayan encontrado al vocalista estadounidense Adam Lambert, aunque fuera en una de esas competencias televisivas de talentos -en este caso, la temporada 2009 de American idol- donde todos cantan más o menos parecido, con técnica perfecta y anemia aguda en materia de carácter. Aunque anoche el frío se apoderó de la pista atlética del Estadio Nacional, las más de 20 mil personas que asistieron a este nuevo intento de los sobrevivientes de Queen fueron testigos del más digno homenaje que han podido montar tras la irreparable perdida de Freddie Mercury. Después de anoche quedó atrás y sepultado el desabrido recuerdo de su anterior paso en 2008 cuando arribaron junto al sobrevalorado Paul Rodgers.
Con gran montaje que incluyó una gigantesca pantalla gigante y la compañía de tres músicos repartidos en bajo, percusión y teclados, este ensamble que se promociona lógicamente como Queen en letras de molde y el de Adam Lambert en caracteres más pequeños, arrancó con la rockeraza One vision. De inmediato el sonido fue perfecto. May sigue siendo un prodigio de la guitarra, pulcro, diestro y singular, siempre sosteniendo ese modelo que construyó él mismo, mientras Taylor mantiene la solidez de siempre, empuñando las baquetas al revés para timbrar golpes más rudos, sin olvidar que siempre fue una de las voces de soporte en la gran mayoría de los temas.
Pero la duda era Lambert. Ataviado de cuero, remaches, lentes oscuros y ligera barba, recordaba el look de George Michael en la época de Faith (1988). Quizás algo contenido en un comienzo y cediendo terreno a May, que cubría el escenario con la cancha que da haber actuado ante las mayores audiencias del mundo entero por décadas, no demoró mucho en asumir el control de la situación. Y cuando finalmente lo hizo, fue notable. Adam Lambert no solo tiene una voz de amplio registro, sino las maneras que requiere la teatralidad inherente al material de Queen.
Con Fat bottomed girls empezó a soltarse notoriamente, y se desató por completo en Killer queen: se recostó en un sofá color mora con ribetes dorados, sacó un abanico, pestañeó rapidito como una verdadera reina. No solo cantó el tema, sino que lo interpretó. O sea, la escuela de Freddie Mercury. De ahí, una seguidilla de grandes temas y momentos. Movimientos pendencieros en Crazy little thing called love, y una emotiva versión de Somebody to love, donde hizo gala de sus impresionantes dotes vocales.
Luego Brian May se quedó solo en el escenario para rendir la hermosísima Love of my life, coreada íntegra por todo el público, incluyendo una sincronización con la pantalla gigante con la voz e imagen de Freddie Mercury, en otro instante conmovedor de la noche.
Sobraron el solo de bajo y la batalla de batería -viejos resabios de los años 70-, pero el show retomó su nivel con Under pressure y Who wants to live forever. Entre medio, Adam Lambert incluyó Ghost town, de su último álbum solista, que no desentonó para nada. En rigor, esta nueva versión de Queen con este cantante al fin es la química que todos esperaban de una de las mayores leyendas del rock.

Nenhum comentário:

Postar um comentário